Arte y punto.

«Dejá de perder el tiempo y andá a dormir» o «Podrías estar leyendo» son enunciados típicos que aquellos niños que estaban en los comienzos de la era digital solían escuchar decir a sus padres cuando se encontraban absorbidos por una pantalla. Si el arte callejero fue estigmatizado en los comienzos de esta era como vandalismo, a los videojuegos se les colgó a su entrada carteles como «vulgar», «estupidizante», «adictivo» o «molesto». Los niños pasaban horas jugando, sólos o acompañados; se reían a carcajadas y los adultos no lograban entender la razón. De vez en cuando algún adulto se animaba a tomar esos pequeños controles y cada tanto esbozaba una sonrisa. La esperanza de la mayoría de los padres que compraron a regañadientes las primeras consolas de juegos a sus hijos o que instalaron los primeros juegos en los sistemas operativos de sus antiguos ordenadores caseros era que al crecer esos jóvenes «madurarían» y abandonarían esa basura electrónica. Algunos padres al ver que esa etapa de jugador se extendía demasiado optaban directamente por regalar o simplemente arrojar fuera de la casa esas máquinas infernales. Pero aunque algunos jóvenes se pusieron los zapatos de las decisiones paternas, otros se aferraron a los controles y hasta hicieron de su profesión uno más de sus juegos. Es el caso del artista callejero francés Space Invader que utiliza los personajes del viejo juego de arcade de donde toma su nombre artístico para decorar las ciudades.ho_oh_pixel_art_by_thepixelater-d9972u8 Es uno de los primeros personajes documentados por el francés Thierry Guetta en el documental «Exit through the gift shop». La misión de Invader (como su nombre lo indica) es invadir las ciudades del mundo con personajes de videojuegos utilizando mosaicos. Estos mosaicos representan lo que al principio era considerado vulgar o «anti-estético» en los primeros videojuegos: los pixeles. En realidad trabajar con estos pixeles para generar imágenes que fueran icónicas, es decir, reconocibles,  era una ardua tarea. El personaje de Mario Bros. creado por el diseñador Shigeru Miyamoto,  por ejemplo, porta en su diseño un bigote porque en sus inicios fue la manera que se encontró para poder distinguir los rasgos de su rostro. Por ese entonces los pixeles eran más una necesidad que una opción estética, pero hoy en día estos pequeños puntos se han vuelto un verdadero arte. ¿La razón? Aquellos niños que a mediados de los ochenta eran acusados de vagos e inútiles por sus padres cuando los encontraban jugando consolas, hoy se mueven como adultos dentro del mundo del arte y generan nuevos conceptos como ser el concepto artístico del «PixelArt«. A más de un siglo de la muerte de Georges Seurat, este puntillismo moderno inspira tanto a artistas sumergidos en pantallas luminosas como a artistas plásticos que vieron en este arte su nicho.  El artista chileno Jorge Campos se inspiró en el artista francés Space Invader para desarrollar su arte e12670131_10208521153567746_893114700655290522_nn pixeles y decorar con él la ciudad de Santiago de Chile. Trabajando en vidrio, este artista busca transmitir con su arte la relación que tenemos todos hoy en día con lo digital. Convivimos día a día con pantallas, que, en esencia, son pixeles. Este artista se toma su tiempo para generar vidrio por vidrio, o mejor dicho, pixel por pixel imágenes cuyo significado se siente mirándola a distancia. En palabras de Jorge Campos: «Tienes que hacer en tu vida lo que te gusta, no importa si te tienes que sacrificar durante años para lograrlo. Si no lo logras, no importa, hay que sentirse bien por intentarlo. No hay que tener miedo a empobrecerse materialmente si tu corazón está colmado de satisfacción. Tienes que buscar una nueva vida lejos de tu zona de confort, nunca es tarde.» Esto es el mensaje que reciben a través del arte difundido mediáticamente la mayoría de los jóvenes de hoy en día. Muchos de estos jóvenes no ven los juegos de video como una pérdida de tiempo o un simple entretenimiento, sino que los involucran en sus actividades profesionales. 8-bit-cthulhuEl arte presente en estos medios no sólo es explotado por los artistas del mundo de lo visual, sino que también ha sido de interés para músicos profesionales de todo el mundo. Al igual que los pixeles, esas melodías chirriantes de 8bit que hacían a los adultos silenciar los televisores y consolas portátiles de sus hijos eran más una carencia técnica más que una opción estética, y aun así los compositores de aquellas «musiquitas» se las arreglaban para componer con pocas herramientas melodías que hoy se interpretan hasta en conciertos. Estos mismos compositores siguen componiendo hasta el día de hoy la música de muchos juegos, sólo que ahora graban el sonido directo de sus instrumentos debido a las increíbles mejoras técnicas de las nuevas consolas de última generación. Músicos independientes han incluso creado una comunidad en la red para compartir sus trabajos de intérpretes de la música de sus juegos favoritos. Este sitio llamado OC remix sirve a los creadores no sólo para compartir su música, sino también a los principiantes para aprender las técnicas de composición digital de los más expertos. En definitiva, los videojuegos están conociendo la evolución social que alguna vez conocieron el cine o la fotografía. Al principio abucheados y vistos con desconfianza, poco a poco toman su lugar como un nuevo tipo de arte digital que, como el cine, integra muchos tipos de artes.

Bruno Gariazzo

Revolución anónima

Como dice el propio Banksy en su documental «Exit through the gift shop«: para sobrevivir, el street art necesita ser documentado. Fue a través de las capacidades de registro que permiten las nuevas tecnologías de la comunicación que este artista callejero anónimo terminó en todas las noticias del mundo y a volverse más famosos que muchísimos artistas formados y legitimados por las grandes instituciones del arte. Aun con esta tecnología que atenta contra toda privacidad y que preocupa particularmente al pensador Evgeny Morozov, Banksy sigue sorprendiendo al mundo entero con su completo anonimato. Arduos intentos de los medios por encontrarlo y desenmascararlo se han visto continuamente burlados, y este artista continúa transmitiendo con su arte un mensaje de carácter universal: todos somos Banksy. Sus trabajos se volvieron cada vez más osados y la dimensión de sus críticas políticas y sociales cada vez más viscerales y reivindicativas. Unas de sus primeras peripecias que lo lanzaron a la fama fueron cuando pintó una de sus obras en el muro de Cisjordania construido por Israel en 2006 o cuando se infiltró en 2006 en el parque de atracciones Magic Kingdom de Disneylandia logrando ubicar en una de sus exhibiciones a un muñeco inflable vestido de preso y con una bolsa negra en la cabeza a modo de representación de los presos en Guantánamo. En esta ocasión lo acompañaba lo que luego de este evento sería uno de sus compañeros más confiables, el francés Thierry Guetta. banksy-identity-geographical-profiling-mainjpgObsesionado con su cámara, Thierry registró  a artistas callejeros alrededor de todo el mundo, y por esas casualidades de la vida, terminó dando con su mayor ambición: conocer al gran Banksy. Este cineasta amateur se tranformaría en la gran excepción de Banksy, ya que es la única persona que dejó que tomara algún registro de su trabajo, siempre y cuando su rostro nunca apareciera en pantalla. Thierry Guetta considera a Banksy un «Robin Hood moderno», debido a la fama adquirida en el anonimato y a la esperanza que logra transmitir en los espectadores de su obra. Pero no todos los artistas callejeros permanecen en el anonimato, como es el caso de Shepard Fairey, mejor conocido como «Obey» y por sus obras en pegatinas gigantes de «André EL Gigante». Este artista dice haber conocido el «arte de la repetición» en 1989, cuando tomó conciencia de que cuantas más pegatinas se difundieran, más importante el artista parecía ser y más preguntas despertaba éste en las personas con su arte. Fairey considera que de esta influencia es que un individuo gana poder. Lo mismo entendió Thierry Guetta cuando abandonó su cámara para dedicarse al arte callejero que durante tanto tiempo documentó. Adoptó así el pseudónimo de «Mr. Brainwash» considerando que tanto el street art como la publicidad ejercen sobre la población un lavado de cerebro. El propio Banksy toma como uno de los principios motivadores de su arte la idea de que las marcas registradas y sus derechos de autor y de propiedad intelectual equivalen a construir una ley para obligarle a uno a pedir permiso antes de quedarte con una piedra que te fue lanzada en la cabeza. Es por esto que se ve desilusionado cuando constata que el street art se está transformando en una moda y está siendo absorbido, junto con su ideología, por el mercado. El propio Thierry Guetta bajo su pseudónimo de Mr. Brainwash, luego de haber demostrado que hoy en día es posible lograr la fama como artista sin ninguna formación, termina realizando en 2009 la portada de uno de los nuevos discos de Madonna.

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En sus principios, este arte no convencional fue exponente de la libertad de expresión en las ciudades al escapar a toda autoridad y por su característica anárquica en cuanto que no estaba regulado institucionalmente. Este arte destaca por la total libertad de sus autores y por su autonomía.  Ningún organismo regula su circulación por las calles ni prohíbe los mensajes perturbadores o las críticas sociales, y esto ha hecho que el arte urbano se transforme en los últimos años en una herramienta de expresión y presión política con cada vez mayor fuerza. Pero este carácter prohibido de este tipo de arte que por un lado fomenta a los propios artistas a llevarlo a cabo, por otro también tiñe sus obras de tonos violentos que rondan el vandalismo. Esta situación ha cambiado en los últimos años al hacerse el arte urbano más cotidiano y familiar. Los ciudadanos al mostrar su apoyo a los artistas callejeros han logrado transformar lo que antes era un mensaje de rebelión violenta contra un sistema represivo a lo que es hoy un mensaje que ayuda a los transeúntes a soportar plácidamente el día a día al saber que en sus reivindicaciones internas no están solos. Pero es esta aceptación del arte callejero como un verdadero arte por la sociedad lo que terminó logrando su mediatización masiva, su entrada al mercado y así también la pérdida de su libertad intrínseca a su concepto original. Se ve así absorbido por la publicidad y por las instituciones embebidas de la lógica mercantil.

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 Aun así, el street art sigue y seguirá siendo una de las principales formas de comunicación alternativa y de contracultura que difunden a través de los senderos transitados por millones de personas desesperanzadas camino a sus respectivos trabajos los sueños y anhelos de una utopía común. Micaela Villalba, en su artículo «El arte urbano como forma de expresión«, compara al arte callejero con el movimiento dadaísta, ya que según ella ambos están en contra de todos los códigos y esquemas establecidos en el mundo del arte. Ambos movimientos veneran lo espontáneo, lo caótico, la libertad de lo aleatorio y lo irracional del sin sentido. Tanto el dadaísmo como el arte urbano utilizan la ironía para denunciar las contradicciones del orden social vigente y utilizan el arte como una herramienta de protesta y como forma de comunicación de un espíritu de indignación. Aun cuando muchos artistas callejeros denuncian con su arte los riesgos de la era digital para la humanidad en su conjunto, las nuevas tecnologías de la comunicación no sólo ayudan a desproveer de contenidos este tipo de arte al hacerlo masivo, sino que ayuda a conectar instantáneamente mensajes cargados de contenido en cuanto efectivamente los hay. Un ejemplo de esto es el proyecto uruguayo desarrollado por los diseñadores Santiago Alonso y Caro Curbelo, acompañados por el desarrollador Sebastián Borrazás, que busca a través de su sitio online StreetArt conectar todos los murales y graffitis de Montevideo. El sitio utiliza la tecnología de los mapas de Google para permitir a los usuarios asociar la imagen de una expresión de arte callejero a su ubicación en el mapa de la ciudad, permitiendo así no sólo conocer a los autores de las obras, sino también el considerar a la ciudad entera como un gran museo de artes visuales. Como dijo el profesor Ricardo Klein a los alumnos de la Licenciatura de Artes Visuales de la Universidad Católica del Uruguay refiriéndose al arte callejero: «es una expresión urbana que no es solo artística, sino que maneja relaciones simbólicas y tiene que ver con el desarrollo de la ciudad».

One day in Dismaland

Bruno Gariazzo

Arte a la carta

Internet funciona en estos tiempos como la carta de un restaurante con un nombre del estilo de “Todo lo que pueda comer” ofreciéndonos a un bajo precio una inmensa variedad de contenidos para degustar. Platos cibernéticos de diversos orígenes desde un vídeo casero proveniente de un suburbio ruso sobre una broma de mal gusto hasta un documental “gourmet” filmado en la selva amazónica retratando el modo de vida de las tribus que la habitan. Información para todos los gustos, noticias amargas, vídeos dulces, relatos picantes. Todo a un click de distancia y el delivery llegará tan rápido como nuestro ancho de banda lo permita.

Con el arte sucede de igual forma, Internet otorga la posibilidad de propagar una obra de arte de formas que antes no eran pensadas. Esto desemboca en una democratización cultural que antiguamente no existían las herramientas ni el contexto adecuado para su desarrollo. Gracias a los efectos masivos de la difusión en red hoy por hoy un texto, una ilustración, una canción son capaces de llegar a los sentidos de todo aquel que desee apreciarlo. Esto demuestra una evolución en el arte, donde ya no es realizado solamente por un selecto grupo y disfrutado por quienes tenían acceso a los sitios donde era expuesto. El uso de Internet como herramienta de difusión permite que artistas que anteriormente no serían considerados como tal puedan darse a conocer en todas partes del mundo.

Personalmente considero que el amplio menú que ofrece Internet en su sección artística está compuesto mayoritariamente por platos que logran transmitir emociones más por sus sabores que por el nombre de sus chefs. El uso de la red en el arte brinda la posibilidad de 20160728_111600trasladar las emociones transformándola en datos y convertirnos a todos en difusores de las mismas. Así un adolescente inglés que investiga la historia del Tetris puede toparse con la fotografía de un mural que un muchacho fotografió en Punta Carretas.

Ramiro Brianza

Mi reflexión digital personal

Un fenómeno como el del artista callejero Banksy sólo podría ser posible dentro de esta nueva era digital. Hace veinte años hubiera sido imposible rastrear a un artista de esta índole, de la misma forma que tampoco hubiera sido posible el conocimiento y difusión de su nombre en el mundo entero. En una era en la cual la inmediatez es soberana, también lo efímero se vuelve inmortal a través de las nuevas capacidades técnicas de registro y reproducción de información. El arte, según Yuri Lotman, es un sistema de modelización secundario del mundo, ya que se superpone a la lengua, que considera como sistema de modelización primario. El arte, así como el lenguaje verbal, nos proporciona modelos de la realidad que nos rodea y es transmisor de la cultura y los valores sobre los que ésta se asienta. Ha sido así desde los inicios de la evolución humana, y la época actual no es la excepción. Por un lado las nuevas tecnologías de la comunicación nos permiten optimizar nuestro trabajo, agilizar nuestro aprendizaje e inmediatizar nuestra comunicación; por otro lado los mecanismos de control social que siempre tiñeron las relaciones de poder son dotados de las mismas herramientas. Las comunicaciones interpersonales se mediatizarán como nunca antes entre pantallas, pero fenómenos sociales como lo son la popularidad de Banksy a nivel mundial o la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak interpretada en la Plaza de la República en París durante la manifestación «Nuit Débout», son pruebas de que las calles no permanecen vacías y de que las voces de protesta no se escuchan sólo a través de parlantes o audífonos. Hoy es posible un salto al unísono en defensa de un ideal como nunca antes fue posible en la historia de nuestra humanidad, y las redes sociales en comunión con el arte son y serán un arma definitiva contra cualquier fuerza coercitiva. Internet facilita y fomenta la conexión y coordinación de grupos de expresión artística y social tanto dentro como fuera de las redes, y estas manifestaciones se continúan en la red y toman fuerza para salir de nuevo a la calle, en este punto concuerdo con Manuel Castells. Pero no hay que darle la espalda a las contradicciones inherentes a todo sistema, ya que sólo lo que encierra una contradicción se mueve, y, si nos negamos nuestras propias contradicciones, permanecemos estáticos en un mismo carril.20160410_031429 ¿Pero hacia dónde nos lleva el carril en el que tan ciegamente pretende recostarse Castells? Me aventuro a decir que hacia un precipicio. El arte de Banksy nos trata de informar sobre el mismo. La brecha generacional que existe hoy en día entre los jóvenes nacidos entre las nuevas tecnologías y las generaciones analógicas es la garante de que el mundo humano conocerá un cambio radical en cuanto uno de esos jóvenes digitales logre influenciar al poder. Estos jóvenes están embebidos de todo tipo de culturas gracias a la enorme difusión y mezcla de las artes de territorios diametralmente opuestos, y, con la libertad de expresión que hoy conocen, cada vez más jóvenes se ven motivados a perder el miedo a crear y sumarse a ese océano artístico colectivo que habla un mismo idioma: el amor. Los valores que son pilares de nuestras democracias occidentales son defendidos por inmumerables artistas independientes a través de la red digital. Es preocupante aun así la pérdida de orientación institucional de los valores y los símbolos a ser transmitidos a través del arte, ya que aquellos que dirigen las instituciones tradicionales pertenecen en su mayoría a una era analógica, y, viéndose obligados a sobrevivir y mantener su autoridad, se fusionan a las leyes del mercado que drenan los contenidos simbólicos en beneficio de la rentabilidad económica. Pero es tarea de las nuevas generaciones embebidas de las nuevas lógicas sociales de la era digital el tomar las riendas de la cultura y reescribir los símbolos y valores en peligro de extinción dentro de un nuevo orden. El arte será indispensable en este proceso como mecanismo de transmisión y mutua vinculación, como siempre lo ha sido, como siempre lo será.

Bruno Gariazzo Leon

Entrevist’ARTE

Como una forma de profundizar en la cuestión de si las nuevas tecnologías de la comunicación en la era digital potencian o no la capacidad de influencia del arte en la sociedad como herramienta de expresión de los valores democráticos, se realizó una serie de entrevistas a diferentes artistas uruguayos. Cuatro músicos (Sergio Fernández, Florencia Núñez, Carlos Sánchez y Nicolás Arnicho) y cuatro artistas plásticos (Vladimir Muhvich, Fernando Oliveri, Alejandro Pasek y Pedro Peralta) de diferentes edades dieron así su opinión y reflexión sobre la situación del arte hoy en día en su país y en el mundo dentro de la nueva sociedad de la información, comparando el contexto hiperconectado actual de la manifestación artística con el pasado. A continuación se muestran las preguntas realizadas a los entrevistados:

  • ¿Cómo definirías “El Arte”?
  • ¿Qué opinión tenés sobre el arte uruguayo hoy en día en comparación con el pasado?
  • ¿Qué alcance pensás que tiene el arte como herramienta de expresión en movilizaciones sociales y políticas? ¿Cómo pensás que las nuevas tecnologías digitales de la comunicación influyen en este alcance?
  • ¿Cómo describirías la brecha entre la era digital y la era analógica en el entorno de tu actividad artística?
  • ¿La revolución digital es una transición entre dos épocas? ¿Internet es una revolución tecnológica y social o un cambio instrumental operativo?
  • ¿Qué postura tenés sobre la nueva problemática sobre los derechos de autor en una sociedad hiperconectada dentro de la nueva era digital? ¿Se te ocurre alguna solución a esta problemática?
  • ¿Crees que las nuevas tecnologías de la comunicación facilitan el aprendizaje y la distribución de las diferentes artes? ¿En qué forma crees que esto afecta a la cultura artística de las generaciones futuras?
  • ¿Qué peso consideras que tiene el arte hoy en día como institución? ¿Crees que las Instituciones Artísticas han perdido peso en favor del arte individualizado? ¿Cómo crees que esto afecta a la profesión de artista?
  • En este contexto de nueva era digital, hay quienes consideran que la democracia se ve favorecida mientras que otros hayan que se corre el riesgo de una pérdida de soberanía. Para unos las nuevas tecnologías significan una mayor libertad y capacidad de participación social, para otros significan el peligro de volverse “técnológico dependientes”. ¿Qué opinas al respecto y cómo posicionarías al arte en este contexto? ¿Hacen las nuevas tecnologías al arte más democrático?

Los artistas dieron diferentes opiniones sobre lo que cada cual consideraba que significaba el arte y de dónde provenía su importancia social: Para Alejandro Pasek, esta importancia se debe a que el arte funciona según el momento socio-histórico en el que se produce; para Fernando Oliveri es el arte el que permite a las personas el vincularse entre sí, y, de una forma similar, Sergio Fernández considera que el arte habla de una situación que nuca es individual y Carlos Sánchez asocia al arte con la religión. Por otra parte, Pedro Peralta, Vladimir Muhvich y Nicolás Arnicho perciben al arte como una forma de acercamiento al conocimiento de la verdad histórica del mundo. Todos coinciden entonces en el vínculo existente entre el arte, los vínculos interpersonales y la historia de la sociedad humana.

Con respecto a la relación del arte inscrito en la era digital con el arte propio de la era analógica, Carlos Sánchez considera que estamos viviendo hoy en día en un mundo en el que los medios nos impulsan constantemente a expresar nuestra individualidad y hacer notoria nuestra voluntad. Las identidades se interconectan a través de las redes y se nos da la sensación de tener poder de participación en todos los asuntos. El pensador Dominique Wolton considera que esta sensación de conexión que nos dan las nuevas tecnologías no es más que una ilusión, ya que a final de cuentas cada cual está inmerso en una burbuja individualista, en un círculo de intereses que se cierra sobre sí mismo, perdiéndose así el mensaje generalista. En este sentido, Dominique Wolton considera que las nuevas tecnologías no enriquecen a la democracia, sino que la empobrecen al segmentar a las personas y hacer que en las ciudades se pierda el sentido de comunidad. Como veremos más adelante, esta pérdida del mensaje generalista que antes daban los medios masivos como la televisión y la radio, en nuestra opinión no es del todo negativa en lo que a democracia se refiere. Por su lado, Florencia Núñez, al ser entrevistada específicamente sobre las posibilidades del arte en la era digital como forma de expresión de los valores democráticos, considera que en las redes las decisiones sobre qué arte consumir se vuelven siempre estrategias de alguien más, las redes segmentando a la sociedad según los gustos y afinidades particulares de cada cuál. Se acerca entonces su opinión a la de Wolton, que sostiene que la utopía hoy es política y no técnica: las nuevas tecnologías podrán a mejorar la comunicación, pero esto no asegura una mejor planificación y organización política. Nicolás Arnicho respecto a esto dice en su entrevista,  refiriéndose al sistema educativo, que las nuevas técnicas tienen la potencialidad de agilizar y enriquecer la educación, pero que la técnica no sustituye a un proyecto educativo impulsado desde las instituciones del Estado.

Wolton tampoco considera a Internet un medio de comunicación (por ende tampoco de transmisión, en términos de Régis Debray), sino de expresión, y, em este sentido, el arte en la red sería un medio de expresión artística. No necesariamente el expresar significa comunicar. El músico Carlos Sánchez es partidario de esta idea y considera que el arte en sí mismo no es comunicación a menos que se le agregue la manifestación de un sentimiento o pensamiento social. En cambio Florencia Núñez halla que la música es reflejo de la sociedad y Vladimir Muhvich considera que hoy en día utilizando herramientas digitales se puede lograr influir desde el arte, lo que nos recuerda a fenómenos como las manifestaciones de Banksy o la sinfonía coordinada a través de redes en la manifestación Nuit Débout. Para Muhvich las herramientas tradicionales del arte no logran incidir social y políticamente como antes; hoy el arte incide con el intermediario de las grandes plataformas digitales generadoras de discursos. Por su parte, Nicolás Arnicho considera que las redes tienen más fuerza que la música; son las redes las que terminan influenciando, ya no el arte por sí sólo. Esto lo sintoniza con la visión de Manuel Castells sobre el poder de las redes. Con respecto a esto, Sergio Fernández haya que las redes lo que permiten en el arte es una relación simétrica entre los artistas de países antes contrapuestos entre dominantes y dominados. Pero aunque Castells considere que la mente humana hoy se vuelve una fuerza productiva directa, el arte pudiéndose estar volviendo más que nunca un proceso colectivo de producción, éste ignora o pasa por alto la polaridad intrínseca que está en la base de la lógica capitalista: en términos de Paul Baram, las redes que el capitalismo fomenta indirectamente son las redes centralizadas. Como veremos más adelante, hoy es posible generar un contrapoder hacia esta centralización, y, en el ámbito del arte, la institución mercado que centraliza la producción y el consumo del arte podría conocer un contrapoder desde la periferia.

Los entrevistados al ser cuestionados sobre las diferencias que percibían en el arte uruguayo hoy en día en comparación con el pasado mostraron su postura al respecto coincidiendo en una pérdida de la memoria histórica así como en una fusión de las identidades a escala global. Pedro Peralta  considera que muchos artistas se han rendido a la contemporaneidad y que el arte uruguayo ha perdido consecutividad histórica, así como Fernando Oliveri que haya que en Uruguay ya no hay una política seria en cuanto a la historia del arte. Nicolás Arnicho haya que los jóvenes hoy pierden la noción de los orígenes del arte que consumen. Por otro lado, Sergio Fernández considera que la identidad de cada uno está muy relacionada con la dimensión del arte de un territorio y que lo que sucede hoy es una mezcla de las identidades a través de la red de territorios muy ajenos entre sí mediante la expresión artística. Agrega que esta identidad producto de la fusión de culturas diferentes ya forma parte de la memoria emocional de los más jóvenes. En concordancia con esto, Vladimir Muhvich halla que la noción de arte uruguayo se está perdiendo  ya que no existe hoy en día un arte conocido por países. Esta fusión de identidades y de la expresión de éstas a través del arte sería impensable sin la existencia de las nuevas tecnologías de la comunicación. Según Atilio Boron, en movimientos sociales como el mayo del 68 francés, se activa una memoria colectiva presente en todos los individuos de una población y que trasciende al tiempo. Es esta memoria emocional colectiva que forma cada identidad de la que habla Sergio Fernández. Pero según Borón, estas manifestaciones no pueden morir en la red; necesitan salir a la calle y hacerse un espacio en ella para lograr así la cristalización de un ideal. Como dice Nicolás Arnicho en su entrevista: «La vida está en la calle». En contraste con el pensamiento de Domique Wolton sobre las redes sociales como enemigas de la democracia y sus valores, se nos presenta entonces una visión alternativa donde las redes digitales serían las redes neuronales que vincularían ideologías entre sí con el poder de lograr movimientos como los de «Marea Granate«. Las nuevas tecnologías que por un lado generan el encierro de las individualidades en grupos aislados unos de otros según sus intereses, por otro lado permiten la puesta en común de identidades frente a un interés compartido como nunca antes fue posible. Y mientras que las redes digitales poseen hoy la hegemonía como medio de vínculo cuando la masa humana está segmentada, las calles y la expresión de esos intereses compartidos le siguen perteneciendo al arte cuando la masa se manifiesta fuera de la Internet. Según Pedro Peralta, el arte es el medio que sensibiliza a la sociedad humana, y quién es sensible no puede soportar que sometan su libertad.

Según el politólogo Joan Subirats, Internet permite reducir costos y aumentar la extensión, cambiando así el orden social al horizontalizarlo. En el ámbito del arte, Florencia Núñez percibe que es mucho más fácil hoy en día que antes el distribuir la producción artística para un artista ya que hoy se acercan más que nunca el artista y el consumidor. La cadena de producción se ve así invertida. Subirats sostiene que en la nueva era digital hay que repensar el sistema democrático buscando implicar más directamente a la ciudadanía. La información, según este pensador, debe de fluir de abajo hacia arriba en la jerarquía de poder. Se generan hoy comunidades con intereses comunes que tienen la capacidad de generar presión por fuera de lo institucional. El conocimiento ya no es de élite y se rompe con la sectorización del poder en el ámbito educativo. Respecto a esto, Pedro Peralta considera que la autoridad del conocimiento que antes pertenecía a una élite de sabios mayores de edad, hoy está en migración hacia los jóvenes internautas nacidos dentro de la sociedad de la información, y considera que la voz de estos jóvenes de la nueva generación digital será de peso en el futuro próximo. Un ejemplo de esto es el movimiento «Marea Granate» de jóvenes estudiantes españoles obligados a emigrar fuera de España. Subirats, como lo hizo Sergio Fernández en su entrevista, subraya la desterritorialización de la que es testigo el mundo, al comenzar a romperse el nacionalismo institucionalizado y a formarse redes alternativas que se contraponen a los antiguos núcleos institucionales. Considera el politólogo que es tarea del Estado el articular las relaciones entre las instituciones y estos nuevos grupos interconectados de acción independiente. Se rompe así la intermediación en el acceso al arte gracias al código abierto existente en Internet, y como plantea Florencia Núñez, las instituciones que antes mediaban el acceso al consumo y al aprendizaje de las diferentes artes hoy deben modificar sus estrategias de supervivencia. Según Pedro Peralta, estas estrategias de supervivencia hacen que las instituciones cambien con respecto al pasado y estén hoy más confundidas con el mercado, funcionando así según sus leyes. Vladimir Muhvich considera que las instituciones del arte como ser institutos de formación, galerías de arte, discografías o museos, son un registro de lo que pasa en la sociedad y de los filtros que esta misma impone a lo que considera arte. Por su lado, Sergio Fernández considera las instituciones educativas como cristalizadoras de la búsqueda del estudiante de su identidad como ser humano y como artista. Igualmente, Carlos también considera importantes a las instituciones como formadoras de los individuos, pero también considera importante el saber desvincularse de ellas.

La politóloga Elinor Ostrom hace incapié en la importancia de un compromiso comunal en la administración de los bienes comunes, considerando que si perjudicamos los recursos que son compartidos, nos perjudicamos a nosotros mismos. Lo mismo opina el artista Fernando Oliveri al pensar en los derechos de autor como un derecho de bien común que busca la protección del derecho personal a través de la protección del derecho del otro sobre la propiedad intelectual. La hiperconectividad en la era digital ha traido a la luz este debate sobre los derechos de autor, la legislación analógica no logrando alcanzar a un mundo digital donde, inevitablemente, todo se comparte. Con respecto a esta cuestión, la mayoría de artistas considera que tiene que haber remuneración o por lo menos reconocimiento sobre la producción artística de cada artista, ya que la propiedad intelectual no deja de ser propiedad (Florencia Núñez). Por otro lado, Vladimir Muhvich considera que el producir información genera más información, por lo que considera el colectivizar el conocimiento como un aspecto positivo de la nueva sociedad de la información, siempre y cuando cada cual tenga derecho a ser reconocido por la información que produce. Pedro Peralta por su parte considera que el derecho de autor pende de la lógica del sistema capitalista. En un mundo cada vez más interconectado comienzan así a hacerse latentes las contradicciones de un sistema que parece ser necesario repensar.

 Según Derrick De Kerckhove, las nuevas tecnologías se integran a las antiguas generando la virtualización del pensamiento y la digitalización de la identidad. Hoy todos los medios convergen en los nuevos celulares smartphone, cristalizando lo que Harold Innis consideraba la disolución de la ruptura entre el espacio y el tiempo. Los artistas entrevistados manifiestaron al ser cuestionados sus inquietudes respecto a los riesgos que consideran conllevan las nuevas tecnologías de la comunicación y la era digital. Vladimir Muhvich considera que con la reproducción a gran escala que permite la era digital, se comienza a perder el oficio de hacer una acción, poniendo como ejemplo la fotografía digital que hace perder a quién busca tomar una foto el tiempo de contemplación previo a hacer la toma. Sergio Fernández por su lado ve con positivismo la fidelidad de registro de sonido que poseen los aparatos digitales, ya que esta fidelidad impulsa a los artistas a perfeccionarse y ser más exigente con ellos mismos, pero por otro lado considera que se corre un riesgo al tercerizar las capacidades sensitivas del ser humano; el depender de aparatos digitales para afinar un instrumento impide el desarrollo del propio sentido de la escucha. Considera así mismo que las nuevas facilidades de producción artística generan una superproducción que muchas veces vulgariza las ideas. Esto nos envía al pensamiento de Eric Sadin sobre el «Internet de las cosas», corriéndose hoy el riesgo de que los algoritmos tomen el poder sobre las decisiones propias de los seres humanos.  Florencia Núñez se muestra partidaria del pensamiento de Marshall McLuhan al considerar que la revolución digital es una revolución que se produce también en la gente, ya que los seres humanos evolucionamos en conjunto con nuestras herramientas. Gracias a las nuevas tecnologías, los más jóvenes hoy piensan hipertextualmente, ya no de forma lineal. Pero las redes dan la sensación de una realidad inmediatizada, cuando en realidad esta ilusión está mediatizada según el punto de vista de quién sostiene el medio. Según Carlos Sánchez, Internet fomenta un consumo pasivo del arte, medio de transmisión de valores universalmente válidos desde los orígenes de la cultura, y el arte es algo a ser interpretado activamente. Tanto Florencia Núñez, como Sergio Fernández y Nicolás Arnicho consideran de importancia el desarrollar consciencia crítica en los más jóvenes y disciplinar la utilización de los medios tecnológicos, para no volverse un mismo cuerpo con la técnica. El contacto humano es visto por estos artistas como algo esencial en toda formación. El espacio vivencial por fuera de la red digital es considerado fundamental para la generación de individuos responsables con la comunidad humana del futuro. Según Sergio Fernández, un proceso de aprendizaje precisa de un tiempo de aprendizaje, y la inmediatez en la que nos instauran los nuevos medios perjudica la formación artística. Por su parte, Pedro Peralta considera que la sensibilidad de la especie humana se encuentra en riesgo en un mundo que se vive a distancia y de forma abstracta. Así como Nicolás Arnicho considera importante la conciencia sobre los orígenes del arte que consumimos, podríamos preguntarnos si la retribalización de la sociedad humana en la que considera McLuhan que hoy estamos significa también una vuelta hacia la importancia de los símbolos como medios de transmisión de valores democráticos, así como de la importancia de su memorización colectiva; o si más bien en la inmediatez de la era digital corremos el riesgo de diluir la memoria colectiva así como los símbolos históricamente a ella asociados. Pedro Peralta considera que la democracia unida a las nuevas tecnologías de la comunicación permiten sí una mayor participación social y un mayor acceso al consumo y a la producción de arte, pero también considera, como Sergio Fernández, que los contenidos sensibles y realmente informativos se diluyen en una superproducción que termina siendo controlada por las leyes del mercado. La democracia de la era digital, según Peralta, también daría cabida a la libre difusión de ideas completamente contrarias a los valores democráticos. Teniendo en cuenta al arte como principal vehículo transmisor de la historia de nuestra humanidad y de los valores éticos y morales que están en los cimientos de la misma, cabría preguntarse entonces también si la era digital hace necesaria en el futuro próximo una implementación de políticas de responsabilidad sobre el arte difundido que se encuentren alejadas de la lógica del mercado y se acerquen lo más posible a un interés de patrimonio colectivo.

Bruno Gariazzo

Diálogos en imágenes

La presente realización audiovisual se trata de un trabajo final realizado por tres alumnas de la Tecnicatura en Realización Audiovisual de la Universidad ORT del Uruguay que tiene como temática el desarrollo del arte urbano montevideano. Como se explica en el video, el arte callejero surge en Montevideo en las décadas de los 50 y 60 como una forma de manifestación social que prefería pintar los muros antes que empapelarlos por razones económicas. Los mensajes escritos en estos muros servían como vehículo de opiniones y como medios de comunicación de información que era capaz de causar impacto a nivel social. 20160403_062034Este tipo de manifestaciones fueron prohibidas durante la dictadura de este país y no volvieron a hacerse presentes definitivamente hasta mediados de la década de los 80, tiempo en el que los círculos intelectuales y críticos explotaron en mensajes iconográficos que celebraban la vuelta a un régimen democrático. El arte urbano se vuelve así un modo de vida que, impregnándose del grafitti y los stencils neoyorquinos, comienza de a poco a transformar la ciudad para sus habitantes. El advenimiento de la Era Digital permite que estos artistas desinstituidos y benevolentes se organicen para formar eventos como el Festival de Arte Urbano Iberoamericano, que en noviembre del 2013 se celebró en Montevideo. Como se expone en el video, en esta ciudad se cuenta con la ventaja de que los artistas callejeros no suelen recurrir al vandalismo para realizar sus obras, sino que obtienen el permiso de vecinos de barrio deseosos de ver qué tienen para transmitir. En mi opinión, el fenómeno del arte callejero y del grafitti en particular, es pionero de lo que se vive hoy como fenómeno artístico en la red de redes que es Internet. Como dice Florencia Durán (alias «Fitz») al ser entrevistada, el sentido del arte urbano está en su carácter efímero y su objetivo de ser compartido.20160410_033812 Es un arte que nace con el propósito de ser colectivo y de generar algo nuevo en quién contempla la obra. El artista callejero aporta su opinión y su obra queda expuesta a modificación: una vez terminada, su obra ya no le pertenece. Esto nos traslada a la cuestión hoy muy debatida sobre los derechos de autor en una sociedad hiperconectada a través de las nuevas tecnologías de la comunicación. El artista urbano ya encontró la solución: dejar ir la obra, ponerla en libertad, o, mejor aun, dejar su obra a disposición de la libertad de los demás. El grafitti es como las diferentes formas de arte difundido en el mundo virtual, un modo de expresión que manifiesta la posición de una sociedad frente a la realidad que se encuentra viviendo. Pensamos enseguida en Banksy y en su empleo de los medios innovadores de la comunicación para hacer eterno su mensaje en la mente de sus espectadores. Los grafittis y stencils son un diálogo en imágenes, así como los diálogos en redes sociales como Twitter o Facebook. Son los «twits» de la red social urbana; las calles son las redes de la red metropolitana. El arte aparece así como un lazo entre los autores y la ciudad que alinea diferentes identidades a través de una vía pública donde todas las opiniones se comparten y están sujetas a nuevas resignificaciones. Los artistas urbanos nos instan así a aferrarnos menos a nuestras obras, a estar más permeables a las obras de los otros y así, a licuar el derecho de autor.

Bruno Gariazzo

Código QaRte

Creados originalmente por la compañía japonesa Denso Wave en 1994, los códigos QR (Quick Response code) pasaron de estar reservados a un uso pragmático administrativo en las industrias a popularizarse en todo el mundo como una herramienta a ser empleada a gusto del consumidor. Se trata de un sistema de almacenamiento de información a través de un código de barras en dos dimensiones distribuido en una matriz de puntos. Equipado de tres grandes cuadrados ubicados en las esquinas de un cuadrado más grande, cualquier dispositivo móvil que tenga descargada la aplicación necesaria podrá detectar la posición del código QR y así leer a gran velocidad el contenido informativo del mismo. Los usuarios ya no deben introducir manualmente las informaciones de sus búsquedas en sus celulares smartphone ya que con sólo apuntar la cámara de su dispositivo hacia el código, éste le envía directamente a los enlaces deseados. Estos códigos comienzan a ser usados en muchos ámbitos como una forma de agilizar la obtención de información sobre diversos aspectos. Son utilizados en revistas y anuncios de publicidad para brindar más información sobre los productos promocionados, pero también son usados con fines no comerciales como es el caso de los artistas pop que comienzan a utilizarlos como herramientas de trabajo o como propio lenguaje artístico. Existen artistas que parten del concepto del QR para realizar remeras, posa vasos y hasta incluso en sellos postales como es el caso del sello de correo de Granada al cual se le agregó un código QR que enstatic_qr_code_without_logoviaba a un video sobre el monumento de La Alhambra. En 2011 se expusieron en el Palacio de las Artes de Vannes (Francia) una serie de obras de artistas que optaron por la modificación de estos códigos para su confección. Artistas callejeros como Banksy utilizaron en ocasiones también estos códigos para complementar y amplificar sus mensajes de protesta. Asimismo, galerías y ferias de arte como la feria ARCOMadrid (Feria Internacional de Arte Contemporáneo), una de las principales ferias de arte contemporáneo a nivel mundial, decidieron emplear en 2013 los códigos QR para facilitar el acceso a la información sobre los autores seleccionados de las obras presentadas, asi como para atraer a visitantes inclinados hacia la tecnología. El QR se muestra así rápidamente como  una herramienta con diversas aplicaciones en el Arte Contemporáneo.

Volviendo al arte urbano o callejero, artistas como el francés Space Invader con sus «invasiones» alrededor del mundo y el colectivo español La Pluma Eléctri*k hacen uso del arte en pixeles como lenguaje principal. El colectivo La Pluma Eléctri*k ha utilizado inteligentemente en sus obras a partir del 2008 códigos QR que envían a un mensaje que reza: «No entiendo nada», básicamente lo que los primeros espectadores pensaron sobre su trabajo al contemplarlo. Los artistas madrileños buscan con este mensaje fomentar el arte por el arte, fuera de toda intención publicitaria que busca el beneficio económico: «no hay nada que entender, no estamos vendiendo nada».
El artista japonés Takashi Murakami realizó por su parte un código QR inusual, colorido y a su estilo, que resultó impresionantemente completamente funcional. El proyecto llamado Street Art Dealer intenta facilitar el acceso de los artistas callejeros al mercado a través de la incorporación en sus obras de códigos QR para que los interesLa-Pluma-Electrik_QR_1_u_1000ados puedan conocer más sobre la obra de los autores y su adquisición, así como informarse sobre su trayectoria. Se facilita así la retribución a los artistas por su trabajo ayudándolos a comercializarlo o simplemente a difundir su arte callejero. Esto podría significar un cambio considerable en la forma en la que funciona la Industria del Arte, permitiendo a los artistas el independizarse de las galerías de arte y de los museos. Sin intermediario entre el comprador y el artista, éste puede controlar a sus anchas las funciones administrativas antes relegadas a las instituciones artísticas. El invento de los códigos QR podría significar así mismo una revolución a nivel de la crítica de arte, los críticos pudiendo adjudicar a las obras sus opiniones e información sobre sus investigaciones en un simple y pequeño cuadro pixelado. También el arte de la danza hace uso de esta tecnología: una red internacional de danza contemporánea llamada «Ciudades que danzan» desarrolla un proyecto denominado DcCode que consiste en ubicar códigos QR en diferentes sitios de importancia cultural en las ciudades que nos envían a videos mostrando intervenciones de danza contemporánea realizados en los espacios en cuestión. El fotógrafo Sergio Castiglione realizó una muestra fotográfica a la cual denominó «Espejos Urbanos»  que consistía en una serie de fotografías de reflejos de edificios de Buenos Aires de importancia cultural en acumulaciones de agua como ser lagunas, charcos o fuentes. El artista adjuntó un archivo en formato PDF en su página a cada una de las obras presentadas, y en los museos o galerías colocó códigos QR en los marcos de las fotografías que enviaban a los archivos PDF de su página web conteniendo éstos descripciones de las obras, información sobre los edificios fotografiados y las comunidades a las que están vinculados. Pero esta tecnología aparece empleada también en la rama artística de la literatura. En las librerías muchos libros poseen en su interior códigos QR que envían a sitios con información sobre el autor así como sobre otros libros recomendados por la misma editorial. Estos códigos desperdigados en los medios de transporte público por las editoriales permiten leer los primeros capítulos de una novela y luego informan a los interesados sobre la librería donde pueden conseguir la obra en cuestión. Austria presenta uno de los ejemplos más interesantes de utilización de esta herramienta tecnológica a favor de la difusión literaria: en Klagenfurt, una ciudad que carece de biblioteca pública, un proyecto denominado Proyecto Ingeborg, distribuyó por las calles códigos QR que permitían el acceso a gran variedad de ebooks. Por otro lado, estudiantes del Magisterio en Educación Primaria de la Universidad de Alicante utilizó códigos QR para impartir las clases de historia del Arte a niños de primaria. Este innovador sistema de enseñanza utilizaba así diferentes recursos didácticos como ser material audiovisual como imágenes, películas, representaciones teatrales y musicales, que ayudaban a compensar las diferencias de aprendizaje del alumnado, mostrando así como esta tecnología puede ser muy útil en el aula.

Con millones de celulares smartphones repartidos en todas las comunidades y en una situación constante de aumento en eficiencia y rapidez de esta tecnología novedosa, las aplicaciones de lectura de códigos QR se nos presentan como una oportunidad brillante para enriquecer el contenido artístico en todas sus expresiones. La tecnología aparece así una vez más como una herramienta prometedora para favorecer la creciente democratización del arte.

Bruno Gariazzo

El Arte como legado

Según Régis Debray no es lo mismo comunicar que transmitir. La comunicación implica una puesta en relación entre  puntos en el espacio, mientras que la transmisión conecta  tiempos diferentes. Uno puede comunicar sin transmitir, pero la comunicación es un requisito para la transmisión. Ésta última representaría más una conversión en cuerpo del sujeto que recibe la información, una transformación de sus valores y de su modo de ver la realidad que lo rodea. Las nuevas técnicas de comunicación darían a esperar una mejor transmisión del conocimiento hacia las generaciones venideras, pero en vista de la actual crisis de las instituciones culturales que durante tanto tiempo se ocuparon de esta tarea transmisora, los valores de la humanidad y su patrimonio corren el riesgo de diluirse en una sociedad de entretenimiento efímero y ligero. Hayamos que el arte ha sido desde los comienzos de la cultura humana el principal medio de transmisión de simbolismos desde una generación a la siguiente. Ya sea a través de las pinturas rupestres en las cavernas, a través de los mausoleos, de los monumentos, las catedrales, las epopeyas o las óperas, el arte siempre es representativo de una época, de las costumbres e ideas de un pueblo, de las soluciones encontradas por el mismo ante las diferentes cuestiones de la existencia; en síntesis, el arte transmite entre las generaciones una enseñanza de vida adquirida por antepasados.SantaCruz-CuevaManos-P2210651b Pero el arte también pone en relación al menos dos puntos referenciales dentro de un espacio, por lo que podemos decir que el arte cumple tanto el papel de comunicador como el de transmisor. Desde hace tiempo que las leyes del mercado de consumo se han trasladado de a poco a la cultura (formada de consumidores), y, sin ponernos en una posición fatalista al estilo de la Escuela de Francfurt, podemos atrevernos a afirmar que los modos de transmisión de los valores culturales acarreados durante milenios por la humanidad están dentro de la nueva sociedad de la información en una metamorfosis sin precedentes. Las instituciones culturales, obligadas a jugar según las leyes de la oferta y la demanda, han incorporado la filosofía empresarial desatendiendo aquella responsabilidad a con el pasado que caracterizó a los ancestros dentro de las diferentes culturas. Hoy los transmisores oficiales de la cultura ofrecen aquello de lo que más hay demanda: todo lo que sea fácil y rápido de descifrar. El arte legítimamente distribuido a las masas pasa siempre antes por el tamiz del mayor beneficio económico, ya no por el tamiz del mayor beneficio simbólico. Lo que importa al vendedor es el aspecto del paquete, no su contenido. El arte instituido conoce actualmente una crisis de los simbolismos que fueron su tarea vehicular a lo largo de la historia. Las ideas y símbolos que antes interesaba a la élite en el poder transmitir al resto de la población se han reducido a monedas, billetes y bits. lo que resulta más preocupante es que ya no interesa buscar la idea escondida atrás del símbolo, porque ya no hay tal símbolo ni tal idea. Las instituciones culturales transformadas en empresas vehiculan sólo aquello que no ofrece resistencia para ser consumido, aquello que entretiene, aquello que es alimentado por las pulsiones más primitivas: las sensuales y las violentas. La razón es simple: los simbolismos de antaño no venden.  Es más, ante la nueva moda, éstos son percibidos como infantiles, inmaduros. La madurez que para las civilizaciones que nos precedieron significaba tomar consciencia de nuestro rol en la comunidad y del valor que representa nuestra cooperación, ha devenido pura capacidad de competencia. La madurez espiritual hoy se confunde con la madurez sexual. Hoy la transmisión de valores simbólicos por parte de las instituciones se encuentra así en decadencia. Pero por suerte la tecnología que por un lado facilita el funcionamiento de tales mecanismos allanadores de los conceptos, por otro lado permite la puesta en funcionamiento de otros mecanismos de transmisión cultural alejados del poder instituido. Cada vez existe una mayor libertad de aprendizaje y comunicación del arte por fuera de las instituciones tradicionales. Los usuarios de las redes sociales y de Internet en general comparten sus conocimientos, practican en solitario o en grupos de particulares y desde sus hogares se atreven a volver públicas sus creaciones sin ningún otro intermediario que los medios técnicos. Muchos enseguida reciben el reconocimiento de su entorno virtual, otra vez sin otro intermediario que el medio mismo de comunicación, lo que los fomenta a seguir creando y seguir compartiendo, en la mayoría de las veces por puro amor a su arte y a lo que buscan transmitir con el mismo, sin buscar ningún otro beneficio que el reconocimiento de la comunidad.Lisboa-Museu_Nacional_de_Arte_Antiga-Torre_de_Babel-20140917.jpg Se generan así hoy en día dos fuerzas independientes en el ambiente artístico: por un lado el viejo motor de transmisión instituido e infectado por el virus del mercado, por el otro un motor nuevo formado a partir de una heterogeneidad emergente de internautas liberados de las instituciones y en cooperación constante en la construcción de lo que Gabriel Galli Danese denomina la gran «Biblioteca de Babel». El discurso oficial del arte sigue siendo el instituido por los poderes económicos y políticos vigentes, pero se está gestando un nuevo ecosistema discursivo formado por las expresiones de millones de artistas independientes cuyo principal rasgo en común es el vínculo que existe entre su arte y la red de redes. Es responsabilidad de estos artistas desinstituidos e hiperconectados el restablecer los mecanismos de transmisión de los símbolos y valores universales que dieron origen a nuestras culturas. En su obra «La tecnología y el carácter de la vida contemporánea» (1984), Albert Borgmann introduce la noción del «paradigma del dispositivo» en el cuál la la sociedad posmoderna estaría inmersa; ésta se encuentra navegando en un mar de superficialidad e individualidad, perdiéndose así las prácticas focalizantes generadoras de colectivos y, consecuentemente, diluyéndose asimismo todos los saberes compartidos. Pero consideramos que los responsables de éste fenómeno son principalmente los poderes que nutren los sistemas económico y político y las lógicas que detrás los motivan. A través de las fuerzas comunicativas externas a estos poderes como lo son las artes desinstituidas  en red, los dispositivos de la era digital tienen la potencialidad de lograr nuevos focos de saberes compartidos a una escala impensable en el pasado. En este sentido, Andre Feenberg propone llevar a cabo un proceso de «Racionalización Democrática» intentando mirar la relación de la tecnología con la sociedad desde puntos de vista alternativos que se separen de la lógica capitalista de acumulación y ganancia y acaparen cuestiones de relacionamiento del ser humano con sus semejantes y con su entorno, en pocas palabras, desde una lógica que busque la madurez espiritual de la sociedad. Sin la búsqueda de esta madurez, la humanidad estará durante largo tiempo en su adolescencia. En la misma línea, las antropólogas Elisenda Ardèvol y Débora Lanzeni consideran a las nuevas tecnologías como parte integral de nuestra cultura y por ende de nuestra creación de símbolos vinculados a conceptos a ser transmitidos. Conceptos que hoy resuenan entre ecos vacíos de significado como el concepto del «amor» deben de volver a ser alimentados. Freud consideraba que el amor estaba en el núcleo del funcionamiento de todas las civilizaciones humanas, éste siendo considerado como la sincronización de las pulsiones de cada individuo hacia un bien común a todos los individuos de la población; un enamoramiento del hombre por el hombre y por la vida. Es tarea hoy del arte en red el transmitir el legado de amor y fraternidad que fue pilar de nuestra cultura hacia las generaciones por venir.

Bruno Gariazzo