Arte y punto.

«Dejá de perder el tiempo y andá a dormir» o «Podrías estar leyendo» son enunciados típicos que aquellos niños que estaban en los comienzos de la era digital solían escuchar decir a sus padres cuando se encontraban absorbidos por una pantalla. Si el arte callejero fue estigmatizado en los comienzos de esta era como vandalismo, a los videojuegos se les colgó a su entrada carteles como «vulgar», «estupidizante», «adictivo» o «molesto». Los niños pasaban horas jugando, sólos o acompañados; se reían a carcajadas y los adultos no lograban entender la razón. De vez en cuando algún adulto se animaba a tomar esos pequeños controles y cada tanto esbozaba una sonrisa. La esperanza de la mayoría de los padres que compraron a regañadientes las primeras consolas de juegos a sus hijos o que instalaron los primeros juegos en los sistemas operativos de sus antiguos ordenadores caseros era que al crecer esos jóvenes «madurarían» y abandonarían esa basura electrónica. Algunos padres al ver que esa etapa de jugador se extendía demasiado optaban directamente por regalar o simplemente arrojar fuera de la casa esas máquinas infernales. Pero aunque algunos jóvenes se pusieron los zapatos de las decisiones paternas, otros se aferraron a los controles y hasta hicieron de su profesión uno más de sus juegos. Es el caso del artista callejero francés Space Invader que utiliza los personajes del viejo juego de arcade de donde toma su nombre artístico para decorar las ciudades.ho_oh_pixel_art_by_thepixelater-d9972u8 Es uno de los primeros personajes documentados por el francés Thierry Guetta en el documental «Exit through the gift shop». La misión de Invader (como su nombre lo indica) es invadir las ciudades del mundo con personajes de videojuegos utilizando mosaicos. Estos mosaicos representan lo que al principio era considerado vulgar o «anti-estético» en los primeros videojuegos: los pixeles. En realidad trabajar con estos pixeles para generar imágenes que fueran icónicas, es decir, reconocibles,  era una ardua tarea. El personaje de Mario Bros. creado por el diseñador Shigeru Miyamoto,  por ejemplo, porta en su diseño un bigote porque en sus inicios fue la manera que se encontró para poder distinguir los rasgos de su rostro. Por ese entonces los pixeles eran más una necesidad que una opción estética, pero hoy en día estos pequeños puntos se han vuelto un verdadero arte. ¿La razón? Aquellos niños que a mediados de los ochenta eran acusados de vagos e inútiles por sus padres cuando los encontraban jugando consolas, hoy se mueven como adultos dentro del mundo del arte y generan nuevos conceptos como ser el concepto artístico del «PixelArt«. A más de un siglo de la muerte de Georges Seurat, este puntillismo moderno inspira tanto a artistas sumergidos en pantallas luminosas como a artistas plásticos que vieron en este arte su nicho.  El artista chileno Jorge Campos se inspiró en el artista francés Space Invader para desarrollar su arte e12670131_10208521153567746_893114700655290522_nn pixeles y decorar con él la ciudad de Santiago de Chile. Trabajando en vidrio, este artista busca transmitir con su arte la relación que tenemos todos hoy en día con lo digital. Convivimos día a día con pantallas, que, en esencia, son pixeles. Este artista se toma su tiempo para generar vidrio por vidrio, o mejor dicho, pixel por pixel imágenes cuyo significado se siente mirándola a distancia. En palabras de Jorge Campos: «Tienes que hacer en tu vida lo que te gusta, no importa si te tienes que sacrificar durante años para lograrlo. Si no lo logras, no importa, hay que sentirse bien por intentarlo. No hay que tener miedo a empobrecerse materialmente si tu corazón está colmado de satisfacción. Tienes que buscar una nueva vida lejos de tu zona de confort, nunca es tarde.» Esto es el mensaje que reciben a través del arte difundido mediáticamente la mayoría de los jóvenes de hoy en día. Muchos de estos jóvenes no ven los juegos de video como una pérdida de tiempo o un simple entretenimiento, sino que los involucran en sus actividades profesionales. 8-bit-cthulhuEl arte presente en estos medios no sólo es explotado por los artistas del mundo de lo visual, sino que también ha sido de interés para músicos profesionales de todo el mundo. Al igual que los pixeles, esas melodías chirriantes de 8bit que hacían a los adultos silenciar los televisores y consolas portátiles de sus hijos eran más una carencia técnica más que una opción estética, y aun así los compositores de aquellas «musiquitas» se las arreglaban para componer con pocas herramientas melodías que hoy se interpretan hasta en conciertos. Estos mismos compositores siguen componiendo hasta el día de hoy la música de muchos juegos, sólo que ahora graban el sonido directo de sus instrumentos debido a las increíbles mejoras técnicas de las nuevas consolas de última generación. Músicos independientes han incluso creado una comunidad en la red para compartir sus trabajos de intérpretes de la música de sus juegos favoritos. Este sitio llamado OC remix sirve a los creadores no sólo para compartir su música, sino también a los principiantes para aprender las técnicas de composición digital de los más expertos. En definitiva, los videojuegos están conociendo la evolución social que alguna vez conocieron el cine o la fotografía. Al principio abucheados y vistos con desconfianza, poco a poco toman su lugar como un nuevo tipo de arte digital que, como el cine, integra muchos tipos de artes.

Bruno Gariazzo

Código QaRte

Creados originalmente por la compañía japonesa Denso Wave en 1994, los códigos QR (Quick Response code) pasaron de estar reservados a un uso pragmático administrativo en las industrias a popularizarse en todo el mundo como una herramienta a ser empleada a gusto del consumidor. Se trata de un sistema de almacenamiento de información a través de un código de barras en dos dimensiones distribuido en una matriz de puntos. Equipado de tres grandes cuadrados ubicados en las esquinas de un cuadrado más grande, cualquier dispositivo móvil que tenga descargada la aplicación necesaria podrá detectar la posición del código QR y así leer a gran velocidad el contenido informativo del mismo. Los usuarios ya no deben introducir manualmente las informaciones de sus búsquedas en sus celulares smartphone ya que con sólo apuntar la cámara de su dispositivo hacia el código, éste le envía directamente a los enlaces deseados. Estos códigos comienzan a ser usados en muchos ámbitos como una forma de agilizar la obtención de información sobre diversos aspectos. Son utilizados en revistas y anuncios de publicidad para brindar más información sobre los productos promocionados, pero también son usados con fines no comerciales como es el caso de los artistas pop que comienzan a utilizarlos como herramientas de trabajo o como propio lenguaje artístico. Existen artistas que parten del concepto del QR para realizar remeras, posa vasos y hasta incluso en sellos postales como es el caso del sello de correo de Granada al cual se le agregó un código QR que enstatic_qr_code_without_logoviaba a un video sobre el monumento de La Alhambra. En 2011 se expusieron en el Palacio de las Artes de Vannes (Francia) una serie de obras de artistas que optaron por la modificación de estos códigos para su confección. Artistas callejeros como Banksy utilizaron en ocasiones también estos códigos para complementar y amplificar sus mensajes de protesta. Asimismo, galerías y ferias de arte como la feria ARCOMadrid (Feria Internacional de Arte Contemporáneo), una de las principales ferias de arte contemporáneo a nivel mundial, decidieron emplear en 2013 los códigos QR para facilitar el acceso a la información sobre los autores seleccionados de las obras presentadas, asi como para atraer a visitantes inclinados hacia la tecnología. El QR se muestra así rápidamente como  una herramienta con diversas aplicaciones en el Arte Contemporáneo.

Volviendo al arte urbano o callejero, artistas como el francés Space Invader con sus «invasiones» alrededor del mundo y el colectivo español La Pluma Eléctri*k hacen uso del arte en pixeles como lenguaje principal. El colectivo La Pluma Eléctri*k ha utilizado inteligentemente en sus obras a partir del 2008 códigos QR que envían a un mensaje que reza: «No entiendo nada», básicamente lo que los primeros espectadores pensaron sobre su trabajo al contemplarlo. Los artistas madrileños buscan con este mensaje fomentar el arte por el arte, fuera de toda intención publicitaria que busca el beneficio económico: «no hay nada que entender, no estamos vendiendo nada».
El artista japonés Takashi Murakami realizó por su parte un código QR inusual, colorido y a su estilo, que resultó impresionantemente completamente funcional. El proyecto llamado Street Art Dealer intenta facilitar el acceso de los artistas callejeros al mercado a través de la incorporación en sus obras de códigos QR para que los interesLa-Pluma-Electrik_QR_1_u_1000ados puedan conocer más sobre la obra de los autores y su adquisición, así como informarse sobre su trayectoria. Se facilita así la retribución a los artistas por su trabajo ayudándolos a comercializarlo o simplemente a difundir su arte callejero. Esto podría significar un cambio considerable en la forma en la que funciona la Industria del Arte, permitiendo a los artistas el independizarse de las galerías de arte y de los museos. Sin intermediario entre el comprador y el artista, éste puede controlar a sus anchas las funciones administrativas antes relegadas a las instituciones artísticas. El invento de los códigos QR podría significar así mismo una revolución a nivel de la crítica de arte, los críticos pudiendo adjudicar a las obras sus opiniones e información sobre sus investigaciones en un simple y pequeño cuadro pixelado. También el arte de la danza hace uso de esta tecnología: una red internacional de danza contemporánea llamada «Ciudades que danzan» desarrolla un proyecto denominado DcCode que consiste en ubicar códigos QR en diferentes sitios de importancia cultural en las ciudades que nos envían a videos mostrando intervenciones de danza contemporánea realizados en los espacios en cuestión. El fotógrafo Sergio Castiglione realizó una muestra fotográfica a la cual denominó «Espejos Urbanos»  que consistía en una serie de fotografías de reflejos de edificios de Buenos Aires de importancia cultural en acumulaciones de agua como ser lagunas, charcos o fuentes. El artista adjuntó un archivo en formato PDF en su página a cada una de las obras presentadas, y en los museos o galerías colocó códigos QR en los marcos de las fotografías que enviaban a los archivos PDF de su página web conteniendo éstos descripciones de las obras, información sobre los edificios fotografiados y las comunidades a las que están vinculados. Pero esta tecnología aparece empleada también en la rama artística de la literatura. En las librerías muchos libros poseen en su interior códigos QR que envían a sitios con información sobre el autor así como sobre otros libros recomendados por la misma editorial. Estos códigos desperdigados en los medios de transporte público por las editoriales permiten leer los primeros capítulos de una novela y luego informan a los interesados sobre la librería donde pueden conseguir la obra en cuestión. Austria presenta uno de los ejemplos más interesantes de utilización de esta herramienta tecnológica a favor de la difusión literaria: en Klagenfurt, una ciudad que carece de biblioteca pública, un proyecto denominado Proyecto Ingeborg, distribuyó por las calles códigos QR que permitían el acceso a gran variedad de ebooks. Por otro lado, estudiantes del Magisterio en Educación Primaria de la Universidad de Alicante utilizó códigos QR para impartir las clases de historia del Arte a niños de primaria. Este innovador sistema de enseñanza utilizaba así diferentes recursos didácticos como ser material audiovisual como imágenes, películas, representaciones teatrales y musicales, que ayudaban a compensar las diferencias de aprendizaje del alumnado, mostrando así como esta tecnología puede ser muy útil en el aula.

Con millones de celulares smartphones repartidos en todas las comunidades y en una situación constante de aumento en eficiencia y rapidez de esta tecnología novedosa, las aplicaciones de lectura de códigos QR se nos presentan como una oportunidad brillante para enriquecer el contenido artístico en todas sus expresiones. La tecnología aparece así una vez más como una herramienta prometedora para favorecer la creciente democratización del arte.

Bruno Gariazzo